En un castillo de chocolate vive
una princesa con pecas de chocolates, vestido largo de algodón de azúcar y un
pelo ensortijado donde aveces se paran a descansar las mariposas. Es tan linda como los atardeceres de color
naranja en la playa y su sonrisa siempre ilumina cualquier lugar oscuro. Ella es una princesa feliz.
Se llama Mía y le gusta
coleccionar empaques de chocolates y entre más brillantes son más
importantes. Ya logró hacer un tapete de
envolturas y es genial porque cada vez que se para encima todo huele a
chocolate. En su cuarto tiene una pared
dedicada a las sonrisas, ella misma pinto las sonrisas de las personas que mas
quiere y las clasifico desde la más tierna hasta la más pegajosa. También pegó en el techo un montón de
estrellas y construyó su propia galaxia.
Y debajo de su cama guarda un inmenso álbum donde guarda todos los
abrazos que le han dado desde que era bebé, y aveces cuando está triste se
sienta a recordar cada uno y siempre, al final, se siente mejor.
Sus papás le regalaron un collar
de dulces deliciosos y ruidosos para que cada vez que tenga miedo muerda un
pedacito y sienta explotar su panza de alegría y también de valentía. No es malo tener miedo, lo malo es no
enfrentarlo y dejar que te sientas mal o triste, por eso el Rey y la Reina le
dieron ese regalo a Mía, para que enfrentara el miedo y se divirtiera.
Todas las mañana Mía va a al
colegio para princesas del Gran Reino, le encanta ir y ver a sus amigas; Nina
es su mejor amiga, es la princesa del Reino Submarino, es una linda y pelinegra
sirena. Siempre están juntas y no
importa que Nina deba estar en contacto con el agua, para eso Mía arrastra su
carrito lleno de agua de mar y donde además la acompaña Su, una linda
estrellita de mar. Su clase favorita es
la de nado sincronizado, pasan felices debajo del agua, bailando con todos los
peces e imitando las lindas coreografías de las medusas. Siempre tienen una muy buena calificación en
esa clase, hasta Mía parece una sirena más.
La comida que más le gusta a las
princesas son los cupcakes con mucha crema batida, y de muchos colores y
sabores. Los preferidos de Mía son los
de crema de limón con cerezas rojas y coco rallado, es una combinación extraña,
pero exitosa pues cada vez que se como uno de esos le dan ataques de risa
contagiosa. Y lo que más le gusta en las
noches es tomar un chocolate muy calientito con masmelos flotando, cada vez que
un masmelo se disuelve en su boca ella tiene un recuerdo bonito.
En su cumpleaños número 8, Mía
recibió de parte del Gran Reino una linda mascota, un dragón bebé, al que le
puso el nombre de Eliot. Es un dragón
muy especial y divertido, cada vez que pestañea cae escarcha del cielo y sabe
volar hacia atrás con un ritmo muy musical.
Aún no sale mucho fuego de su boca, Mía le está enseñando con mucha
paciencia y precaución para evitar accidentes.
Siempre ensayan con una vela mágica que Mía tiene en su mesita de noche
y aún Eliot no logra prenderla con el primer soplido, pero están trabajando muy
duro para poder encenderla.
Mía y Eliot no se separan nunca,
bueno solo cuando Mía va al colegio, pues en el colegio de princesas no se
aceptan las mascotas, son demasiado divertidas y las niñas no ponen atención a
las clases. Pero cuando Mía llega al
palacio juegan por horas, hasta que Eliot empieza a bostezar y debe dejar de
volar, es un dragón bebé y debe dormir 10 horas cada noche. Antes de dormir Mía le canta una canción
suave a Eliot y le pone un poco de loción de frambuesas en la panza, para que
sueñe cosas divertidas. Ella se quita
sus pantuflas de nube y se mete en la cama de algodón, es hora de soñar, de
volar.
Ser princesa es genial, siempre
hay algo nuevo por descubrir y mucha magia alrededor. Vivir en un palacio es muy divertido, tener
amigos de otros reinos hace la vida mejor y tener como mascota un dragón es
algo fuera de este mundo. Por todo esto
Mía es una princesita feliz.
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